PROFESOR
CANSADO
Cuentan de un profesor que teniendo camino andado, sintióse
de pronto viejo y cansado;
pues esa innata ingratitud de los estudiantes que
por su aula pasan,
había llenado el recipiente de la nostalgia y de la
tristeza;
cuando más fuerte se creía, más solo se veía;
voces lejanas a veces
su labor reconocían, otras ni a eso se atrevían;
los ruidos encerrados de su
viejo salón, de momento gratos recuerdos le traían;
sin embargo, el sonido del
silencio las más de las veces lo vencía.
Grandes obras
haber construido creía,
pues seguro estaba del valor del conocimiento que
impartía,
no importaban los malos ratos, ni los bajos salarios que percibía,
ya
que por encima de ello estaba la satisfacción que sentía;
pero, el mundo en que
vivía reclamos le hacia, cosas vanas le exigía:
que comida y techo diarios,
vestido y servicios periódicos había que pagar, entre otros muchos eventuales
que con su exigua paga hacía;
de donde sacar para cubrir todo lo que la vida
exigía,
solo Dios lo sabría, pero el cansado se sentía,
pues de que servían la
entrega y el esfuerzo que hacía,
adonde esto lo llevaría.
¿Quienes más
responsabilidades que educar tenían,
que mayor sueldo percibían, injusto le
parecía;
pero él, con su nostalgia se mecía a la vez que en voz baja decía:
Al
menos yo contribuyo y dejo algo para tratar de mejorar este mundo día a día.
Mario Urcelay S.
Octubre/2001.
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