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jueves, 24 de mayo de 2018


Buen día a ellos y a Ellas, hoy El Imparcial publica una nota del Grupo Reforma y porque se me hace de lo más preocupante, me atrevo a compartirla y a comentarla con Uds. Pues no solo algo, sino mucho estamos haciendo mal:

“Entre 2014 y 2018 México cayó 10 lugares en el Índice de Competitividad Mundial elaborado por el IMD, siendo las principales debilidades la infraestructura, educación y concentración de las exportaciones.
Entre 63 países que incluye la medición, en 2014 el País ocupaba la posición número 41 y en el índice de este año pasó al lugar 51.
El IMD evalúa cuatro grandes rubros para medir la competitividad: Desempeño económico, eficiencia de Gobierno, eficiencia de los negocios e infraestructura.
En desempeño económico, México cayó del lugar 30 al 35 entre 2017 y 2018. Al interior de este concepto, mejoró en atracción de inversión internacional, al pasar del lugar 24 al 20, y en finanzas públicas al subir del 43 al 37, así como en política fiscal del 33 al 30.
Sin embargo bajó por fortaleza de la economía interna (36 al 40) y por nivel de precios (17 al 26).”



Los que tenemos relación con la educación nos damos cuenta de la dificultad de formar, en mi caso, a los estudiantes universitarios por su apatía y desgano, por supuesto que se aplica la regla de la excepción; pero en general encontramos a muchos “estudiantes” que solo asisten pensando en el papel que les darán si terminan sus estudios o porque son obligados por sus paterfamilias, creen que esto les será suficiente para obtener trabajo de calidad y sobre todo de alta remuneración. Ahora bien, si revisamos las ofertas de empleo observaremos los sueldos tan bajos que operan en muchas ofertas; cabe aclarar que opciones de empleo si las hay, solo basta revisar a nuestros periódicos locales y los sitios que ofrecen empleo a nivel nacional para darnos cuenta de que si es posible colocarse en alguno de ellos; entonces, ¿dónde está el problema? Básicamente en lo que menciona este artículo que está originado en el informe que proporciona el International Institute for Management Development, o IMD; es decir, en la falta de calidad para competir.
Muchas de las organizaciones están en busca de candidatos que cuenten con un perfil acorde a las necesidades donde tienen necesidad de personal, solo que requieren que estén formados con ciertos rangos de calidad y sobre todo de una actitud que demuestre su grado de compromiso y que por su propia juventud tengan la fuerza de dar el “extra” que todo iniciante debe demostrar, a sabiendas que en el comienzo de su relación contractual siempre serán explotados al máximo posible, pero esa es una regla no escrita que todo negocio aplica y que cambia conforme se va adquiriendo experiencia y especialización por medio de la capacitación.
La pregunta del millón, ¿cómo hacemos para cambiar esta situación?


Nada fácil pero si posible, ¿qué necesitamos?:
1)    Instituciones con programas educativos que estén acordes a las necesidades de la industria y empresas que lideran los mercados, tanto nacionales como internacionales, no es posible que existan planes de estudio pensando en la tradición o solo basados en temas de textos, por cierto muchos de ellos obsoletos.
2)    Docentes que combinen su experiencia ejecutiva con una formación didáctica que les permita transmitir adecuadamente su conocimiento. Muchas de las instituciones educativas los proporcionan gratis (aunque hay algunas que conozco, que ni eso ofrecen o no les interesa). La dificultad para aprovecharlas radica en el tiempo disponible o la falta de compromiso para formarse en el “arte” de la didáctica. Algunos “profes” solo están frente a aula por un complemento económico, que por cierto, mucha falta hace (gracias a Dios, hay muchos casos que dan ejemplo positivo).
3)    Programas de vinculación que acerquen tanto a docentes como a estudiantes a las organizaciones para que compartan la experiencia y necesidades que las entidades requieren, ello acorde a su realidad operativa. Esto porque entendemos que las “escuelas” principalmente proporcionan la teoría; sin embargo, la práctica debe procurarse también durante la formación. Algunas universidades y bachilleres establecen convenios para ello, esto debería ser obligatorio en toda institución de media superior y superior.
4)    Ahora bien, lo más importante para cambiar la mentalidad del estudiante: Actitud de parte del docente, aunque sabemos que existen casos “imposibles”, debemos reconocer que el interés y esfuerzo de un maestro puede obrar milagros en sus alumnos/as. Todos y todas conocemos esta ley: “lo que ves en los demás es tu reflejo”, por supuesto que aplica la regla de la excepción.
Todos y todas entendemos que las condiciones de política educativa poco habrán de cambiar, no importa quien esté al frente del aparato oficial; entonces, dejaremos que todo siga desmoronándose o cada quien asumirá el compromiso ético que le corresponde, esta es la verdadera pregunta que debemos hacernos como paterfamilias; autoridades medias educativas, docentes y personal administrativo; directivos empresariales y sociedad en general… en fin, parece utópico, ¿lo será?.

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