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lunes, 14 de noviembre de 2016

El Turistero y… sus aventuras.
El cuento deMiedo… ¡uhhhh!
Morelia, capital del esplendoroso Estado de Michoacán, situado este en las coordenadas: 19°10′07″N 101°53′59″O; colinda con los estados de Colima, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Guerrero y Edomex. Esta bella Ciudad, a pesar de los problemas de inseguridad que ha sufrido durante bastante tiempo, ofrece un buen rango de seguridad a los visitantes, pues sus problemas son índole interno. Cuenta con innumerables atractivos que van desde la belleza de escenarios naturales hasta la vívida realidad de sus etnias y su participación en una revolución que independizó a un país (los Purépecha); sus edificios y monumentos históricos son muestra de una gran cultura que ha trascendido fronteras, tanto por sus ilustres pensadores y artistas, como por la herencia de su gente. En Morelia (Antigua Valladolid), encontramos muchos inmuebles construidos en la época de la conquista y posterior, en algunos casos definidos principalmente como del estilo barroco, destacando el material de construcción llamado “piedra rosa”. Es pues en este escenario de donde parte el “cuento” que en esta ocasión se narra. En el Centro Histórico se encuentra ubicado el Hotel Alameda casi enfrente de la Catedral, ahora remozado y equipado con todo tipo de facilidades y servicios para un huésped exigente; inaugurado en 1940, fue edificado en los terrenos de una antigua farmacia que fue dañada por el fuego.

El Turistero, profesor en ese entonces de estudiantes de administración de empresas turísticas organizó un viaje por carretera a este bello destino, el principal objetivo en su formación consistía en conocer los atractivos turísticos y degustar la basta y deliciosa comida michoacana, que menciono solo para antojarlos: pescado blanco, corundas -tamales de forma triangular que se sirven con frijoles, carne de puerco en salsa roja y crema-, uchepos -tamales de elote tierno-, enchiladas morelianas y las variedades de pozole, entre otros muchos platillos que ¡uff!, sin más comentarios al respecto.
Toda vez realizado el muy poco placentero trayecto de aproximadamente 1,700 kms. partiendo de Hermosillo, Sonora, aunque es justo decirlo, entretenido pues los jóvenes, además de buenos muchachos y muchachas tuvieron ocurrencias y energía suficientes para eso y más; en fin, arribamos a eso del mediodía al Centro Histórico para hospedarnos en el mencionado Hotel Alameda, toda algarabía y deseos de expresar el alivio que significaba el llegar al destino se manifestó de inmediato y después del registro obligado y tardado por el gran contingente de que se trató, se dieron a la misión de conocer sus instalaciones y los alrededores. A falta de disponibilidad en habitaciones al profe lo ubicaron en una habitación del segundo patio que adorna una pequeña fuente, que queda aislada por las noches, pues los demás espacios son oficinas de la empresa. No haría falta decir que el cansancio, la edad y la llegada de la noche hizo que el que esto narra, “cayera” como piedra en una cama tamaño gigante y con un solo cuadro inmenso con la imagen de una dama vestida de negro y gesto adusto en el muro de la cabecera, por cierto un techo con altura considerable de más de tres metros.
A cierta hora de la madrugada, una opresión en el pecho que impedía la respiración, aunque con dificultad hizo que me despertara sobresaltado, para casi de forma instantánea pasear la vista por toda la habitación creyendo que alguien habría entrado; una vez comprobado que estaba solo, me acomodé para continuar con mi merecido descanso. Desconozco el tiempo que pasó, pero por segunda vez tuve la misma sensación, lo que hizo levantarme, encender luces y pasearme por el cuarto revisando cada rincón, para por último asomarme a la ventana y mirar el patio esperando descubrir a alguien que estuviera molestando o deambulando por los alrededores, constatando que estaba solo completamente. No sin antes de convencerme que todo estaba bien y que podían ser pesadillas o incomodidad por el cansancio de la carretera, decidí conciliar nuevamente el sueño, eso sí, con las luces encendidas. Nuevamente, sin saber el transcurso del tiempo, esta vez me fue más difícil despertarme pues la falta de aliento me lo impedía, al grado de que cuando pude hacerlo y revisar nuevamente el cuarto, tomé una almohada, me puse las pantuflas y me salí de allí para ir a dar al lobby del hotel y acomodarme en un sillón, recibiendo una mirada suspicaz de parte de uno de los empleados de la recepción.
Ya amaneciendo, decidí regresar a la habitación, deseando comprobar que todo estaba bien y que había sido mi paranoia la que me jugó una mala pasada; después del aseo personal y organizar las ideas y revisar el plan de acción para ese día, me trasladé al restaurante para desayunar. El organismo no miente, y las ojeras menos; uno de los meseros me preguntó si había salido a conocer Morelia de noche; respondiendo al respecto que había pasado mala noche, hasta ahí quedo la cosa de momento.

Poco a poco los estudiantes empezaron a llenar el comedor, a algunos hubo que despertarlos por medio de llamadas desde recepción, pero en fin quien fuera joven nuevamente ¿verdad? Entre saludos y preguntarles si tenían su itinerario a la mano para iniciar a cierta hora los recorridos y las visitas se escucharon algunos comentarios entre serios y en broma: “… que miedo, la cortina se movía sola y la ventana estaba cerrada”; “…me escondieron dos veces el cepillo del pelo, me lo cambiaban de lugar”; “¿…viste dos figuras tras el vitral cuando entró Alicia, y solo venía ella?; entre otros comentarios como el de que alguien estaba sentado en la cama, pues se observaba el desnivel que ello provoca; en fin hasta allí, éramos nosotros los que “vivimos” esas experiencias. Las prisas para cumplir con horarios de visita acordados desde nuestro origen, nos hizo enfocarnos en los compromisos contraídos ex profesamente para el viaje, por cierto agotador pues el tiempo en estos casos debe aprovecharse al máximo.
En el autobús, mientras llegábamos a nuestro primer destino, una plática sobre los antecedentes culinarios del Estado de Michoacán; los estudiantes fueron enlazando comentarios sobre los eventos nocturnos que casi a todos de una forma u otra afectaron, pues se agregaron situaciones como “jalones de cabello”, “tropiezos sin sentido” y ruidos o gemidos desconocidos; en fin, ese fue el tema hasta llegar a nuestro destino.
Toda vez cumplido el itinerario del primer día, otra conferencia sobre la historia de Morelia, la comida en un lugar típico y un recorrido a pie por el centro con visita al Museo de Historia Natural (según las historias y reportajes ahí “espantan”) y otros sitios de atracción turística obligados, nos dirigimos al hotel a eso de las 19:00 horas. Después de despedirnos cada quien puede disponer de su tiempo sin comprometer el programa del día siguiente (les dejo a su imaginación a que me refiero). Su servidor se fue directo a la recepción a indagar sobre los sucesos nocturnos, sin quererlos llamar todavía fenómenos y pues esto es lo que algunos empleados comentaron al respecto:
-          Pues sí, si existen “algunas” circunstancias como esas (comentario inicial muy cuidadoso), pero no pasa nada…
-          Bueno, en ocasiones también nos pasan “cosas” que nos sorprenden… pero ya nos acostumbramos.
-          Ja ja, en la cocina siempre nos cambian de lugar los cubiertos y algunos otros utensilios (ya empezaba la confianza en sus comentarios)
-          A mí, dijo un mesero, me han hecho tropezar varias veces y se me han caído las charolas, por eso usamos en ocasiones vajilla que sea menos delicada y por supuesto que tenemos mucho cuidado.
-          Yo he escuchado a una mujer cantar, no reconozco la letra, pero pues ya ni caso le hago…
Más tarde, la gerencia del hotel, como debe ser cuando existe calidad en el servicio y desean ser competitivas las empresas, ya nos tenía preparada una convivencia a modo de bienvenida en el patio principal (uno antes de donde estaba mi hospedaje), con bebidas ligeras y un “ambigú” para degustar los sabores “morelianos”. El muro principal corresponde a la torre del hotel, y existe una especie de corredor a modo de terraza cubierta; pues por ahí, el que esto escribe y algunos alumnos vimos pasar a una “dama” vestida de blanco (aclaración, la de mi cuarto llevaba vestido oscuro) que discurrió a todo lo largo de dicho pasillo/corredor; es decir no fui el único en observarla.
Al preguntarle a unos de los meseros sobre de quien se trataba, no quiso mencionar algo al respecto y se “escurrió” para no contestar. Este acicate me hizo ir nuevamente a la recepción y preguntar directamente sobre ello, respondiendo de forma obligada, me refirieron que se trataba de alguien que había muerto antes de casarse y que a veces se aparecía, pero que eso sí, sin molestar a ninguna persona. Pues ya se imaginarán, ni ganas de irme a dormir, soy muy macho y no tenía miedo, pero… pues me pase mucho tiempo en vela esa noche y el cansancio terminó por vencerme y saben que… ya no hubo pesadillas ni sensaciones de malestar; que sucedió entonces, cada quien puede pensar lo que guste; si desean pueden visitar como lo han hecho muchos, ese hotel o el museo u otros establecimientos de hospedaje donde dicen que “asustan”: Hotel Colonial, Hotel del Virrey, entre otros; para tal caso existen muchas historias y leyendas, eso también es turístico y atrae a un nicho especial de turisteros. Su servidor desde entonces es más respetuoso al respecto.
En Hermosillo alguna vez, atinadamente, se hizo un poco de este tipo de entretenimiento, en los calabozos de castigo del antiguo Presidio de Hermosillo donde se contaban, a la luz de quinqués historias de los presos; también podemos mencionar la “casa del diablo” que está en una colina cerca de una zona residencial y que sido material de reportajes; en fin, todo es cuestión de que alguien se ponga las pilas y se promueva un turismo diferente como lo hizo recientemente en la Ciudad de México la cervecería que produce Victoria, al que llamaron Hotel de Leyendas Victoria que estuvo ofreciendo hospedaje  hasta el seis de noviembre pasado, con narración y vivencias de cuentos tradicionales de sustos (La Llorona, El Colgado y La Dama de Rojo); pues sí, eso es creatividad y deseos de innovar y sobre todo el rescatar nuestras ricas tradiciones en cuanto a las extranjeras que tanto han permeado en la sociedad, sobre todo en las ciudades que están cerca de la frontera norte, ya platicaremos al respecto. GRACIAS y saludos para ellos y para ellas.
Los y las que fueron a ese viaje deben tener fotografías, si desean pueden subirlas pues recordar es vivir.

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